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15 años. Esos son los años en que los miembros del matrimonio o de la pareja, de media, tardan en darse cuenta de que han evolucionado desigualmente y provoca, en muchos casos, la ruptura o divorcio.

La duración media de los matrimonios o parejas estables fue de diecisiete años de media. La gran mayoría de las personas que decidieron acabar su convivencia en común tenían entre 40 y 50 años.

¿Por qué? Porque entre las causas del divorcio o ruptura, existe una causa nueva, una causa que los sociólogos y psicólogos han denominado el “síndrome de la asimetría”.

Los matrimonios o parejas ya no sólo se separan por infidelidades o problemas económicos, también se están separando (y cada vez más) porque se dan cuenta que han evolucionado de forma desigual

Como abogados y abogadas de familia, apreciamos que, en personas de edad media, esa es la gran causa de las separaciones y divorcios. Después de 15 años de convivencia, se dan cuenta que son personas que han evolucionado de forma muy distinta y, lo que antes nos agradaba, ahora o bien no nos gusta o no nos sirve.

Todos evolucionamos y podemos llegar a darnos cuenta de que no compartimos con nuestra pareja las mismas expectativas, las mismas aficiones o los mismos gustos o, simplemente, esa persona en la que se ha convertido nuestra pareja ya no nos gusta.

El desarrollo en paralelo de los miembros de la pareja o matrimonio hace que la gran mayoría de las separaciones, divorcios o rupturas se produzcan entre los 40 y 50 años. Esta es la franja de edad que permite a las personas haber llegado, no sólo a una consolidación laboral, sino a una época más reflexiva de hacia adónde quiere ir.

También ha ayudado a este fenómeno la llegada para quedarse de la mujer al mundo laboral y su independencia económica gracias a su propio trabajo.

Ahora la mayoría de las mujeres no se conforman en quedarse en casa, relegando su profesión al cuidado de los hijos y del hogar. Antes las mujeres daban como natural hacerlo, ahora muchas se niegan y ello también es fuente de fricciones.

Se nos hace evidente que los roles están cambiando y por ello, en su gran mayoría, son las mujeres las que piden el divorcio a partir de los 45 años.

No sólo por el “síndrome de la asimetría” con la que han evolucionado sino también por la sobrecarga que se les exige, debiendo muchas, además de trabajar fuera de casa, soportar casi en exclusiva, o con muy poca colaboración, la carga del hogar y de los hijos.

Muchas de ellas toman esa decisión cuando sus carreras profesionales están asentadas y no están dispuestas a seguir soportando en solitario tanto nivel de carga.

Desde el inicio de la crisis económica se han producido menos divorcios, pero también menos matrimonios. En 2018, se registraron 99.444 disoluciones matrimoniales (entre nulidades, separaciones y divorcios). Un 2,8% menos que un año antes y muy lejos de las 145.919 disoluciones que se producían en 2006. Según el INE, los matrimonios que rompen tienen una duración media de 16,8 años y la mayoría de las disoluciones se producen por mutuo acuerdo (77,7%). Además, en el 61,6% de los casos, la custodia de los hijos menores se otorga a la madre, pese a que aumentan las resoluciones que otorgan la guarda compartida (33,8%).

Con motivo de la pandemia por Covid-19, y habida cuenta de la convivencia inevitable, el índice de rupturas y divorcios se ha incrementado también. El hecho de la inevitable crisis económica y social que nos va a traer la situación sanitaria, indica que las separaciones y divorcios van a seguir creciendo (“síndrome de la asimetría”).

Ceuta, Comunidad Valencia y Cataluña son las ciudades y comunidades con las mayores tasas de ruptura y divorcio (2,4 por cada 1.000 habitantes). Le siguen Canarias, Islas Baleares y Murcia.

Es evidente que las situaciones son dinámicas, todo cambia y también las familias y los roles familiares están cambiando.